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sábado, 8 de noviembre de 2014

17:57


Mórbidos escenarios componen la obra del fotógrafo estadounidense  Joel-Peter Witkin. 

Cadáveres, extremidades mutiladas, personas con malformaciones y  transexuales son los protagonistas  de su polémica obra.



Hijo de padres divorciados por irreconciliables diferencias religiosas ( su padre era judío y su madre católica), Witkin obtuvo su extraña sensibilidad en su infancia, cuando contempló un accidente automovilístico donde una niña termino siendo decapitada.


Ante el impacto que sus imágenes generan en la mente del espectador Witkin responde: "Quería que mis fotografías fueran tan poderosas como la última cosa que ve o recuerda una persona antes de morir".



Witkin cuestiona el sentido de la estética y la moralidad con su obra, la cuál ha sido objeto de constantes criticas por parte de la opinión pública al considerarla tabú e incluso se ha dudado del talento y del valor artístico de su propuesta. Este factor le ha impedido presentarla en varios museos  y galerías del mundo. Profanador, pervertido  y retorcido son adjetivos a los que siempre se encuentra expuesto.


Amante de lo feo, repulsivo, no querido y daño Witkin ha logrado conmocionar al mundo del arte al alejarse del sentido tradicional de la estética y darle protagonismo a todos aquellos personajes que la sociedad rechaza y pretende mantener por siempre  bajo el velo de la oscuridad. 


Pasajes bíblicos, pinturas del renacimiento y la fotografía post-mortem del siglo XIX han tenido una enorme influencia en su obra. Para conseguir los cadáveres que emplea en varias de sus fotografías, Witkin viaja constantemente a  México donde se le permite con mayor facilidad trabajar con cuerpos que no hayan sido reclamados en la morgue.


Witkin fue también fotógrafo durante la Guerra de Vietnam  y estudió escultura en Cooper School Of Fine Arts de Brooklyn. Actualmente tiene 75 años  y ha logrado exponer su obra en  Biblioteca Nacional de París, el MoMa de San Francisco, el Museo Stedelijk en Ámsterdam y el MoMa de Nueva York.



Las fotografías de Witkin pueden parecer repulsivas y hacernos querer apartar la mirada inmediatamente. Provocan al exportador, lo incomodan o lo indignan y en eso recae su importancia; el arte debe generar algo dentro del espectador cuando lo contempla. 

Maravillarlo  o asquearlo eso no es relevante, mientras se logre trasmitir el sentimiento que el autor le confiere a su obra, el trabajo se da por terminado.







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